Año 1826.
Joseph Nicéphore Niépce, un rico e inquieto terrateniente francés, apoya una cámara oscura en la ventana del tercer piso de su casa de campo de Le Gras, en Saint-Loup-de Varennes.
Enfocando una hoja de 20x25 cm tratada con betún de judea durante más de ocho horas, consigue captar la calle y los edificios que tenía ante sus propios ojos.
Estamos ante la primera fotografía conservada de la historia.
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