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10 de julio de 2014

Expoliando Santa María de Óvila


Santa María de Óvila
Fuente Imagen: Sacred Stones
Año 1930.

Unos obreros amontonan grandes sillares de piedra alrededor de un patio; al fondo asoma lo que parece ser la arquería de un antiguo claustro.
Son las ruinas de Santa María de Óvila, en Guadalajara, un monasterio cistercense del siglo XII que, literalemente, está siendo desmontado para su traslado a Estados Unidos.

Fundado en tiempos de Alfonso VIII de Castilla en la comarca del Alto Tajo, alcanzó relativa importancia durante la Baja Edad Media aunque con el paso de los siglos se sumió en una profunda decadencia hasta el punto de desaparecer como tal en el siglo XIX.
El abandono se apodera entonces de las viejas piedras cistercenses hasta 1928, cuando el banquero Fernando Veloso lo compra al Estado por 3000 pesetas para incorporarlo a la enorme finca de recreo que estaba conformando en la zona.

Pero otro hombre de negocios pone su punto de mira en el cenobio: hablamos de William Randolph  Hearst, un magnate de la prensa estadounidense que adquiere varias partes de Óvila con la intención de reconstruirlas en su mansión veraniega de Vina, en California.
Ocho siglos después el viejo Monasterio no sólo cambiaba de dueño, sino que era trasladado a miles de kilómetros de distancia poniendo todo un océano por medio.
Una parte de la Historia y la Cultura de España era empaquetada en cientos de cajas  de madera como simple mercancía para lucro de unos y disfrute de otros. 

Fuente Imagen: Sacred Stones

En nuestros días las piedras arrancadas a Santa María de Óvila forman parte de la Abadía de New Clairvaux, en California.

Hearst no pudo lograr su objetivo por una serie de problemas burocráticos primero, económicos después, por lo que en un nuevo atropello las cajas donde se transportaba el Monasterio saqueado permanecieron amontonadas durante décadas en un parque.
Y allí seguirían de no ser por los monjes de esa abadía californiana que, quizás por conciencia patrimonial, quizás por compasión hacia los viejos sillares de piedra, quizás por ambas cosas, reconstruyeron las antiguas estancias cistercenses integrándolas en su complejo religioso que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los más importantes reclamos turísticos de la zona.  

A miles de kilómetros, en Guadalajara, unas ruinas se levantan a escasos metros del río Tajo: es lo que queda de Santa María de Óvila, lo que no expolió Hearst, lo que resiste al abandono, a la desidia y, de momento, a la ley de la gravedad.
Detalle curioso es que, a pesar de su precario estado de conservación, estas piedras son Monumento Nacional desde 1931... un año después de haber sido expoliado el Monasterio
Sin duda, un sinsentido.
Otro más...


Monasterio Cistercense
Fuente Imagen: Wikipedia


7 de julio de 2014

El Palacio de Ripalda en Valencia


Atrocidades Patrimonio Español

Año 1910 (aprox.)

A pesar de que la Estampa parece transportarnos a las inmediaciones de algún "château" francés del Valle del Loira, estamos realmente en Valencia, entre los Jardines del Real y la Alameda
Orgulloso, ante nosotros se alza el Palacio de Ripalda, característico por su esbelta torre cilíndrica coronada por una estilizada cúpula cónica nacida de un matacán.
Su imagen es quizás algo extraña, poco usual en estas latitudes mediterráneas, ajena a la arquitectura tradicional valenciana, pero indudablemente bellísima.

No en vano estamos ante una joya del eclecticismo arquitectónico, corriente que a finales del siglo XIX desenterró lenguajes y estilos del pasado con resultados tan vistosos como este palacete de la familia Ripalda.
Así se entiende que su autor, Joaquín María Arnau Miramón, se inspirara en los castillos franceses para incrustar en plena Valencia un edificio que en poco tiempo llegó a convertirse en uno de los iconos de la ciudad.


Y lo fue durante algunos años... los que estuvo en pie, ya que si bien se terminó en 1891, sólo siete década más tarde fue derribado, en 1967, dentro de una operación urbanística que al parecer dejó importantes beneficios a sus protagonistas.




La Torre Nueva de Zaragoza


Zaragoza


Año 1865.

Un estilizada y bella Torre asoma entre los tejados de Zaragoza.
Construida a principios del siglo XVI en ladrillo visto según la tradición arquitectónica mudéjar heredada de los viejos alarifes musulmanes, era el techo de la capital aragonesa con sus más de 80 metros de altura rematados por un triple chapitel de pizarra.
Símbolo y referencia visual de la ciudad maña, tenía la peculiaridad de estar inclinada casi 3 metros de su vertical por el asiento parcial de su cimentación al poco de ser levantada, aunque pronto alcanzó la estabilidad necesaria para mantenerse en pie durante siglos.

Hasta que llegó 1892.
El Ayuntamiento, argumentando el peligro de esa inclinación que le había dado fama mundial, decidía demoler la Torre Nueva a pesar de la fuerte presión vecinal, que nada pudo hacer. 
No en vano, estamos en la primera época dorada de la piqueta, cuando el patrimonio arquitectónico español empieza a sucumbir en el nombre de planes urbanísticos importados de otras culturas y al amparo de la inevitable sombra de la especulación.
Los ladrillos de la Torre Inclinada de Zaragoza fueron vendidos como material de construcción en nuevas obras; en su demolición se emplearon obreros parados; su lugar lo ocupó una moderna plaza... y mucha gente se enriqueció con esta operación.
Zaragoza descendía de los cielos.


Imagen del círculo de J. Laurent

3 de julio de 2014

Flores Arrocha, el último bandolero


Bandolero Serranía de Ronda

31 de Diciembre de 1932

Varios hombres, entre los que se encuentran tres guardias civiles, descansan en un roquedal de la Serranía de Ronda
Uno de ellos sostiene las riendas de un mulo del que cuelgan lo que parecen ser las piernas de un hombre: es Francisco Flores Arrocha, uno de los últimos bandoleros andaluces, que acaba de ser abatido a tiros.

Flores se había echado al monte un año antes, cuando en una discusión por la compra de una finca mató a la hija de su primo Salvador, una muchacha de apenas 18 años que involuntariamente se había visto envuelta en la refriega.
Oculto en la Serranía de Ronda, que conocía como la palma de su mano, logró poner en jaque durante meses a las autoridades adquiriendo algo de fama en la España de la época, aunque realmente le daba igual... en su cabeza sólo había lugar para un sentimiento: la venganza.
Y así una mañana, espoleado por el odio y la rabia incontrolables que le atormentaban desde el día de la discusión con Salvador, se presentó en su casa asesinándolo junto al resto de su familia.
Ya se había desquitado, restituido su honor, limpiado su nombre... y escrito el final de sus días.
Tres semanas después fue acribillado a balazos en una emboscada por la Guardia Civil.



Imagen tomada de NicolásdeMálaga.blogspot