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27 de mayo de 2013

La Monja Alférez


Francisco Pacheco


Año 1630.
Francisco Pacheco, uno de los pintores más reconocidos del momento y suegro de don Diego Velézquez, acaba de finalizar su última obra, el retrato de una señora muy poco agraciada que durante unos días ha posado en su taller vestida con ropas masculinas y gesto serio.
Desde la calle se escucha el murmullo de los curiosos que se arremolinan en la puerta: todos quieren ver salir a la insólita "modelo", una auténtica celebridad de la época, nada más y nada menos que Catalina de Erauso, "la monja alférez".


Rebelde con causa, su padre la ingresó con sólo 5 años en el convento de San Sebastián el Antiguo, en la ciudad del mismo nombre, del que escapó a los 15 tras pelearse con una monja días antes de tomar los votos.
Disfrazada de hombre, Catalina huyó a Andalucía, donde trabajaría de paje hasta que se alistó a la Flota de Indias, pasando así al continente americano.
Allí tiene una turbulenta vida como soldado, viéndose envuelta en numerosas trifulcas que muchas veces terminaron incluso en asesinatos, lo que le genera problemas y proporciona fama a partes iguales, sobre todo cuando se descubre su verdadera identidad femenina, convirtiéndose rápidamente en uno de los personajes más famosos del momento.

De vuelta a España en 1624, Catalina marcha hacia la Corte, a Madrid, donde el rey Felipe IV le otorga una pensión de 800 escudos.
Pero no ha conseguido lo que estaba buscando, y así decide seguir hasta Roma, donde la recibe el papa Urbano VIII, que impresionado por las historias y razones que expone la monja alférez le concede licencia para seguir vistiendo ropa masculina y, sobre todo, hacer uso de esa condición, en el que podríamos considerar uno de los primeros y quizás únicos casos de la historia en que la Iglesia ha permitido la transexualidad.
Contenta, Catalina regresa a América en 1630 llamándose Antonio, aunque antes pasará por Sevilla, donde es inmortalizada por los pinceles de Francisco Pacheco.
Al fin en el continente americano, se establecerá en Veracruz, México, donde muere a mediados de siglo después de pasar sus últimos años trabajando como comerciante.


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