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29 de junio de 2014

El Cristo de las Trincheras


Guerra Mundial

9 de Abril de 1918.

Neuve Chapelle, un pequeño pueblo francés del Paso de Calais, está totalmente arrasado 4 años después del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
No queda nada, absolutamente nada, en un paisaje apocalíptico donde restos carbonizados de árboles y ruinas de viviendas se entremezclan con trincheras y oquedades provocadas por impactos de proyectiles.
Entre tanta desolación, un Cristo mutilado emerge entre los escombros como si estuviera suplicando el fin de tanto sufrimiento. 
Es un símbolo de la esperanza. También de la barbarie humana.


Los soldados lo llaman el Cristo de las Trincheras, único vestigio del Calvario que en 1877 habían erigido las familias Bocquet y Plouviez en esta localidad gala que, según se decía, una vez fue bella.
Ante sus ojos, entre desesperación y tristeza, han muerto decenas de miles de hombres de uno y otro bando, y a él se encomendaron los soldados portugueses para resistir heroicamente una de las últimas ofensivas del ejército alemán.


Consiguieron su objetivo, aunque perdieron la vida más de 7500 hombres.
Más de 7500 hombres que nunca regresarían a casa.
Más de 7500 hombres fallecidos lejos de su tierra natal, de sus familias, sepultados en fosas comunes a miles de kilómetros del cielo que los debería haber visto envejecer.
Y más de 7500 hombres en cuyo honor Portugal levantó la Tumba al Soldado Desconocido en el Monasterio de Batalha, cerca de Lisboa, que desde 1958 preside el Cristo de las Trincheras, cedido por las autoridades francesas para mantener por siempre vivo el recuerdo de esos desdichados combatientes portugueses.


El asesino de Sarajevo


Primera Guerra Mundial

28 de Junio de 1914.

Un hombre forcejea con las fuerzas de orden público de Sarajevo, que a duras penas consiguen trasladarlo a un lugar seguro para evitar su linchamiento.
Se viven momentos de tensión, incertidumbre, desconcierto: ese hombre es Gavrilo Princip, afín a la organización terrorista serbia "Mano Negra", y acaba de asesinar al archiduque Francisco Fernando, heredero del imperio AustroHúngaro.

En las fechas que están por venir la Historia se precipita: el Imperio ataca a Serbia y Rusia acude en su ayuda.
Alemania, aliada tradicional de los austríacos, mueve ficha declarando la guerra a los rusos y a Francia, a la vez que invade Bélgica, momento que aprovecha Inglaterra para entrar en escena.

Acaba de comenzar la Gran Guerra
El mundo ya nunca será igual. 



16 de junio de 2014

El Maracanazo


Jules Rimet Obdulio Varela

16 de Julio de 1950

Con cara de circunstancia Jules Rimet, presidente de la Fifa desde hacía casi 30 años, entrega la Copa del Mundo a Obdulio Varela, capitán de la selección uruguaya de fútbol.
A su alrededor no se observa la solemnidad ni la celebración características de este tipo de actos, mas bien al contrario: un grupo de hombres trajeados y cara mosqueada parecen blindar al octogenario mandatario, que no parece sentirse a gusto.

Contra todo pronóstico Uruguay acababa de derrotar en la gran Final del Mundial de 1950 a Brasil, la todopoderosa selección anfitriona, que hasta la fecha estaba realizando un campeonato impecable contándose sus partidos por goleadas. De hecho era la gran favorita no sólo para vencer al combinado del pequeño país sudamericano, sino para mandarlos a casa con un buen saco de goles.

Así lo esperaba el planeta fútbol; así lo esperaba todo un país que vibraba con su seleçao; así lo esperaban  los más de 200.000 hinchas que se agolpaban en Maracaná, escenario elegido para el choque; y así lo esperaba el propio Jules Rimet, que a falta de pocos minutos y con todo favorable para los locales entró en los vestuarios para preparar el discurso de felicitación a los vencedores... 

Pero fútbol, como dijo Boskov, es fútbol... y en apenas 15 minutos los uruguayos, con goles de Juan Alberto Schiaffino y de Alcides Ghiggia dieron la vuelta al tanto inicial de los brasileños, alzándose con el Mundial.  

Nadie lo esperaba, y menos Rimet, que cuando regresó al terreno de juego con la Copa y su discurso encontró un Estadio en silencio, callado, donde si acaso se escuchaban los amargos lamentos de los humillados seguidores locales.
Casi a escondidas, el octogenario presidente buscó al capitán uruguayo y le entregó el trofeo, sin que le diera siquiera tiempo a felicitarlo.
Quizás estaba contagiado de la tristeza brasileña.
Quizás aún no había salido de su asombro, como el resto del mundo. 

Quizás ambas cosas... 

Daba igual. 


Esa fecha siempre será recordada como una de las más tristes de la historia de Brasil, llegando mucha gente incluso a suicidarse. 
El partido, sobra decirlo, ha pasado a la posteridad como un de los grandes hitos de la historia del fútbol: el Maracanazo.



13 de junio de 2014

En el cruce de Abbey Road


Previo del cruce de Abbey Road

8 de Agosto de 1969

Cuatro hombres atienden a las indicaciones de Ian McMillan, un fotógrafo escocés que, cámara en mano, mantiene como puede el equilibro subido una escalerilla de mano en el mismo cruce de Abbey Road con la Groad End Road, en Londres.
La escena es, cuando menos, pintoresca.

Desaliñado, bohemio, con camisa blanca, traje blanco, zapatos blancos, melena en declarada rebeldía y barba descuidada de varias semanas, John Lennon sonríe con las manos metidas en los bolsillos, como si con él no fuera la historia.
A su espalda Ringo Starr, con una chaqueta negra algunas tallas más grande de lo recomendable, parece atraer por señas la atención del intrépido fotógrafo. Sus zapatos, impecablemente limpios, relucen al sol de la mañana del verano londinense.
Paul McCartney parece ser el que más se lo toma en serio: con traje azul, señala algún punto del paso de cebra que en breve atravesarán. Vive cerca, apenas a 50 metros, y por comodidad esa mañana había acudido al trabajo con unas horribles sandalias que se quitará cuando atraviese para hacer la foto.
El último de la fila, o el primero según se mire, es un George Harrison que apura las últimas caladas de un cigarrillo mientras observa al bueno de Ian con un gesto a medio camino de la extrañeza y la incredulidad.


Todo está listo. No hay más que esperar. En el mismo orden, uno a uno, los cuatro Beatles se disponen a atravesar el paso de cebra de Abbey Road
Seis tomas hizo McMillan, la quinta fue la válida y el resultado por todos conocido: una de las portadas míticas de la historia de la música.